28/05/2021. A nuestros familiares y amigos que iniciamos el 21 de
noviembre del pasado año, precisamente el mismo día en que el Sumo Pontífice Pablo VI
promulgó en 1964 la Constitución DE ECCLESIA en la clausura de la III Sesión del Concilio
Vaticano II proclamando a María Madre de la Iglesia. El actual Papa Francisco estableció
muchos años después, en 2018, que la festividad de la Bienaventurada Virgen María,
Madre de la Iglesia fuera inserta en el Calendario Romano el lunes siguiente a Pentecostés
después de la venida del Espíritu Santo y celebrada cada año, y así lo hacemos también
hoy nosotros con gratitud y fervor. La Iglesia celebra en la solemnidad de Pentecostés,
en que termina la Pascua de Resurrección, la Jornada del Apostolado Seglar y reanuda
el Tiempo Ordinario. El domingo siguiente a Pentecostés, se celebra la solemnidad de la
Santísima Trinidad.
El pasado 1 de enero, solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y Jornada
Mundial de la Paz, y de nuevo el 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación,
acompañamos nuestra felicitación con el texto impreso en Carmona de la lección que
impartí el Año de la Fe en el Foro Humanismo y Ciencia del SARUS. En ella subrayé que
Juan XXIII, que convocó y abrió el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962,
solemnidad entonces de la Maternidad divina de María, lo veía como un nuevo
Pentecostés, como una nueva evangelización, que haría florecer la Iglesia y extenderse
espiritual y materialmente hacia todos los campos de la actividad humana, con
participación también esencial de los fieles seglares, llamados a predicar el amor, la
verdad, la justicia y la concordia con alegría y altruismo caritativo franciscano, exento
del infernal egoísmo envenenado por la confusión, la mentira, el odio y la envidia.
El Papa Juan, que es hoy Santo, nos mandó su Bendición Apostólica el día de
nuestra boda el 2 de marzo de 1963 en la iglesia del Espíritu Santo del CSIC, en cuyos
Institutos trabajábamos los dos y en cuya Residencia vivía yo entonces. El Padre José
O’Callaghan, SJ bendijo la ceremonia, y la Misa fue celebrada por el profesor José María
Albareda, ya entonces también sacerdote. En nuestra boda fue testigo de excepción
nuestro muy querido y admirado amigo profesor Manuel Lora Tamayo, Ministro de
Educación y Ciencia. Juan XXIII no pudo clausurar el Concilio en el que tanta energía e
ilusión puso y al que dedicó plenamente su vida ejemplar, pues murió en octubre de ese
mismo año. El Concilio fue finalmente clausurado el 8 de diciembre de 1965, solemnidad
de la Inmaculada Concepción, por Pablo VI, también hoy Santo, en la Carta Apostólica
IN SPIRITU SANCTO. Tanto Juan XXIII como Pablo VI declararon repetidamente con
franqueza “no haber traicionado nunca la Verdad”. El Papa Francisco ha enfatizado
también que el ideal del nuevo evangelizador debe ser proclamar al mundo que todos los
hombres crean en Dios como VERDAD suprema, practiquen el AMOR, vivan en PAZ y se
salven.
Jesucristo dijo a sus discípulos y a todos los hombres que DIOS es AMOR y VERDAD
y que ÉL era el Mesías, el Hijo de Dios, el camino, la verdad y la vida; que el primer y
más importante mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, incluidos
los enemigos, como a sí mismo. Pidió al Padre para sus discípulos que los santificara en
la Verdad, y a éstos que fueran todos uno y se amaran unos a otros como Él los había
amado. Anunció que sufriría pasión y muerte de cruz, resucitaría al tercer día y volvería
al Padre, misterios también inconcebibles, como otros muchos que todavía encierran y
esconden la perfección y grandeza de la Creación y del Universo. Tras la Pascua de
Resurrección, la Iglesia celebra la Ascensión el domingo anterior a Pentecostés.
Jesucristo fue consciente de la enorme complejidad y dificultad de ser creído, no sólo por
los suyos, que darían testimonio con su martirio, y declaró públicamente: «Bendito el
que no se escandalizare de mi».
La Virgen María, su Madre, entonó el Magníficat en la Visitación a su prima Isabel.
Jubilosa, exclamó: «Todas las generaciones me llamarán Bienaventurada, porque el
Todopoderoso ha hecho en mí maravillas». Para el cardenal anglicano-católico Newman,
ahora Santo, el misterio mas transcendente y relevante en la historia de la humanidad
por amor de Dios a los hombres es la Encarnación de Jesucristo en la Virgen María por
obra y gracia del Espíritu Santo. Juan Pablo II, también Santo, puso todo su ser en manos
de la Virgen María, “Nuestra Señora”, y eligió Totus tuus como lema de su Papado. Nadie
como él perdonó con ejemplar misericordia, propia ciertamente de los santos, a quien
intentó matarle a tiros en la Plaza de San Pedro un 13 de mayo, festividad de Nuestra
Señora de Fátima. En su Carta Encíclica Redemptoris Mater escribió “Tú que para
asombro de la naturaleza has dado el ser humano a tu Creador”. Juan Pablo II llamó a
María Mater Dei y Mater misericordiae. Que la Inmaculada Virgen María, la Reina del Cielo
(Regina coeli) y de la Paz (Regina pacis), haya sido elevada a la dignidad de Madre del
Hijo de Dios hecho hombre en la Tierra (Mater Dei) y ahora sea Reina asunta en el Cielo
(Regina in caelum assumpta) al lado de su Hijo resucitado, son también misterios
inconcebibles que los cristianos creemos con fe y testimonios muy sólidos, pero que nos
cuesta creer que sean verdad, y todavía no lo sabemos con certeza científica.
El dogma básico de la Encarnación, la verdad más grande y fundamental de la
Revelación es: «Que Dios se ha hecho hombre». Ante el inevitable dilema que plantea
este misterio: ¿Mito o verdad histórica?, Benedicto XVI (Cooperatores veritatis)
respondió tajante con rotundidad teutónica: “Un sí sin reservas”. Según los teólogos del
Concilio Vaticano II, “la Encarnación es la cumbre y meta de la Creación” y “el misterio
de la Encarnación es el único que verdaderamente esclarece el misterio del hombre”.
El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado. El hombre
tiene dos guías seguras, dentro de sus limitaciones: el corazón y la mente. Mi hermana
Carmen (q.e.p.d.), carmelita en el convento de la Encarnación de Cuerva (Toledo), no
dudó ni un momento al preguntarle yo de improviso de quién se fiaba más, si del corazón
o de la cabeza. Y me respondió radiante: “del corazón”. Al tema Del corazón y la mente,
uno de mis favoritos, dediqué el año 2005 una conferencia en la Real Academia Nacional
de Farmacia (LECTURAS SINGULARES 1. Madrid, 2005).
¡Fin del florilegio epistolar y despedida definitiva de nuestros familiares y amigos el 31
de mayo, festividad de la VISITACIÓN, que celebraremos en La Noria con el ofrecimiento
a la Virgen María de un hermoso ramillete de rosas y flores de nuestro hortelano jardín
y de oraciones y peticiones de nuestras almas, a veces tan frágiles, necesitadas y
ansiosas de esperanza!
¡Feliz verano, libre de virus y lleno de esperanzas terrenales y eternas!
Manuel Losada y Antonia Friend