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NUESTRO PAISANO MANUEL LOSADA NOS ENVIA SUS ULTIMOS TRABAJOS
Envío la ADENDA que he añadido a las LECCIONES que ha recopilado Antonia, MI ESPOSA.

23/03/2020.

ADENDA AL MISTERIO DE LA CREACIÓN Y DE LA VIDA

Manuel Losada Villasante


Al término de la LECCIÓN II —tan hábil y fielmente recopilada por Antonia, como todas las demás— me despedí de mis paisanos carmonenses con una reflexión que me gustaría repetir también ahora como colofón a los misterios de la Creación, del Principio y del Fin, del Origen del Universo y de la Eternidad, de nuestra concepción, nacimiento y vida terrenal, de nuestro destino post-mortem…

Escribí entonces como punto final de dicha reflexión: Ante las innumerables preguntas, dudas, incertidumbres y certezas que nos acechan a diario a los humanos y nos enfrentan, no sólo al misterio de la Encarnación, sino al misterio del hombre, los cristianos debemos tener claro que el propio Jesucristo nos dijo que la verdad nos hace libres y santifica. Lo testificó así en conversación directa con sus discípulos, en particular Pedro y Juan, con Marta y su hermano Lázaro, y en su agonía, cuando ya es inimaginable la mentira, con el buen ladrón, Dimas, el primer santo de la Iglesia, que celebra su fiesta el mismo día de la solemnidad de la Encarnación, precisamente el 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad. La pura realidad es que sólo se puede creer en la Verdad de los hechos ciertos y que el Amor, como nos advirtió el más grande poeta lírico de la lengua castellana y de todas las lenguas, San Juan de la Cruz, es la meta final de todo: “En el ocaso de nuestras vidas seremos juzgados en el Amor”.

Es un hecho, y así lo demuestra la historia, que ha habido, hay y seguirá habiendo gran diversidad de creencias, ideologías, dogmas… entre los hombres: cultos e incultos, jóvenes y mayores, gnósticos y agnósticos. Ante esta diversidad evidente, comprensible y legítima, los científicos y no científicos debemos asumir que la VERDAD se basa en sí misma y más aún, como decía San Juan, en el AMOR, en la bondad y la belleza. Por tanto, la Verdad no excluye, sino que se apoya y fortalece en el Bien, la Justicia y la Esperanza. Dios creó al hombre, varón y hembra, a su imagen y semejanza con una innata y consciente vocación: amar y saber. Así lo enseña y vive la religión cristiana. Cuando se renuncia a buscarlas y practicarlas, el alma y el espíritu enferman; así lo vemos y vivimos también por desgracia hoy entre los hombres y mujeres de nuestro país y de otras muchas naciones.

Es también un hecho que el mismo Jesucristo, después de predecir repetidamente, según testimonian los Evangelios y parte de los exégetas, su muerte de cruz y su resurrección, consciente de las dificultades de su persona y ministerio, de su vida y doctrina, de su afirmación repetida de que Él era el Hijo de Dios, el camino, la verdad y la vida —via, veritas et vita—, de que hay que practicar la caridad, el amor al prójimo y la misericordia con todos los hombres, amigos y enemigos, declaró con la autoridad de sí mismo: “Dichoso el que no se escandalizare de mi”. En nuestro tiempo, el gran físico judío-alemán Einstein dijo: “La ciencia sin religión es coja; la religión sin ciencia es ciega”. Y el Papa polaco Juan Pablo II añadió: “La ciencia puede purificar la religión del error y la superstición, mientras que la religión puede purificar la ciencia de la idolatría y absolutos falsos”.

Las realidades de la vida, a veces llenas de sorpresas totalmente inesperadas y decisivas, que demuestran al mismo tiempo nuestra capacidad y nuestra impotencia, nos obligan a ser hombres muy cautos de ciencia y de bien para afrontar los problemas con entereza y eficiencia. Nunca sabemos lo que nos espera a la vuelta de la esquina, lo que nos puede ocurrir mañana, pero tenemos la obligación de preverlo y enfrentarnos con la realidad. Viene esto a cuento ahora con las noticias alarmantes de la visita a todo el planeta del coronavirus, que tiene a toda la humanidad en vilo. Repetidas veces he hecho referencia a la muerte imprevista en Salamanca del profesor Stanley, Premio Nobel por el descubrimiento de la naturaleza química de los virus y por la preparación de la primera vacuna contra la gripe. Él estuvo en casa el día anterior visitándonos con su mujer y Carmen y Severo Ochoa.

 
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